Hola, señor. Ya tenía rato sin platicar con usted. Es que he estado algo ocupado comprendiendo los mensajes que siempre estuvieron ahí, pero que no quería ver. Mis padres y abuelos eran unos sabios. Siempre me lo dijeron y yo mismo se los he dicho a mis hijos sin siquiera comprender tanta sabiduría. Para que no vaya a pensar que estoy loco de leer tantos correos conspirativos que me mandan mis amigos y para que mejor me entienda, le voy a dar algunos ejemplos:
20 de abril de 2013
Aserrín aserrán
Aserrín aserrán.
Hola, señor. Ya tenía rato sin platicar con usted. Es que he estado algo ocupado comprendiendo los mensajes que siempre estuvieron ahí, pero que no quería ver. Mis padres y abuelos eran unos sabios. Siempre me lo dijeron y yo mismo se los he dicho a mis hijos sin siquiera comprender tanta sabiduría. Para que no vaya a pensar que estoy loco de leer tantos correos conspirativos que me mandan mis amigos y para que mejor me entienda, le voy a dar algunos ejemplos:
“Aserrín
aserrán, los maderos de San Juan piden pan, no les dan. Piden queso, les dan un
hueso y se les atora en el pescuezo”.
¿Verdad que su mensaje es totalmente verdadero? Esos maderos de San Juan somos nosotros,
los que pedimos pan y no nos dan. Y a los que piden algo mejor, algo más digno
como podría ser el queso, a esos, les dan un hueso. Una chambita que se les
atraviesa en el pescuezo para mantenerlos calladitos.
¿Y qué tal
esa del elefante que se columpiaba sobre la tela de una araña? ¿A poco no es
así es en la vida real? El gigante y gordo gobierno se la pasa jugueteando con
el producto del esfuerzo de nosotros, las pobres arañitas. Y no contentos,
invitan a más y más de sus amigos a seguir colgándose… sin preocuparse de que
algún día reviente porque aquí, en México, la tela es muy aguantadora.
¿Se va dando
cuenta de la gran sabiduría que encierran esas canciones? ¿Y qué tal esa que
describe fielmente a la policía que se esconde por los rincones, temerosa de
que alguien la vea… ¡para platicar con los ratones!?
¿Y qué tal donde
los jueces están claramente representados por Pin Pón cuando se lavan sus
manitas con agua y con jabón?
¿Le queda
alguna duda, señor? Dígame, ¿qué es esa campanita de oro que le permite pasar
con todos sus hijos menos el de atrás sino el poder económico que abre todas
las puertas? ¿Verdad que ahora sí se entiende el coro?
¿Y quiénes
son los que dicen “pido, pido, pido” cuando tienen hambre, cuando tienen frío?
Pues sí, señor. Esos son los que salen a la calle a gritar consignas en contra
del mismo gobierno que les paga su salario para obtener más concesiones. Sí,
son esos necios que son la ocasión de lo mismo que culpan, como dijo la monja.
¿Y cómo
olvidar el dolor de la viuda de Mambrú que se fue y murió en la guerra? Ahí sí
que no queda duda alguna, señor. Ahí está más que claro el dolor y pena del que
creyó que tendría un héroe y obtuvo un cadáver, tan sólo para cuidar al que, como
Doña Blanca, está cubierto de pilares de oro y plata.
Sí, señor,
nuestros padres y abuelos ya sabían que no debíamos confiar ni en los padres de
San Francisco que se entretenían sembrando sus camotes ni en las promesas de
campaña: “…si fuera falso, mis juramentos, en otros tiempos se olvidarán”. Políticos
que acaban yéndose a su casita de sololoy a comer tacos y no nos dan.
Lo que no
entiendo, señor, es ¿cómo pudieron saber de antemano de la muñeca azul que
llevaron a la plaza y se le constipó la elección? Eso todavía no me lo puedo
explicar.
Ya para
despedirme, quiero que se fije cómo describieron nuestros antepasados la crisis
en esa canción tan simpática que habla de que vamos perdiendo uno a uno nuestras
cosas, nuestros ahorros y nuestros derechos representados por perritos, hasta
quedarnos sin “nada nada nada”.
Pero no se
preocupe, señor… Que aquí pasa de todo y nada pasa, ¿sabe por qué? porque aquí
todos jugamos a Juan Pirulero y cada quién atiende a su juego.
Hola, señor. Ya tenía rato sin platicar con usted. Es que he estado algo ocupado comprendiendo los mensajes que siempre estuvieron ahí, pero que no quería ver. Mis padres y abuelos eran unos sabios. Siempre me lo dijeron y yo mismo se los he dicho a mis hijos sin siquiera comprender tanta sabiduría. Para que no vaya a pensar que estoy loco de leer tantos correos conspirativos que me mandan mis amigos y para que mejor me entienda, le voy a dar algunos ejemplos: