31 de agosto de 2015

Impaciencia

Impaciencia.


¡Vaya, por fin llegó! Como siempre, se le ha hecho tarde. ¿Qué soy para que se olvide de mí de esa manera? ¿Acaso piensa que soy un objeto del cual puede disponer? ¡Vaya! Ahora se deja caer en el sillón como si estuviera muerta de cansancio. Yo también estuve todo el día fuera y llegué cansado, con hambre, ¡hambre! ¿Y qué hace ella? Nada. Sólo quitarse las zapatillas. -¡Tengo hambre!- le digo, y voy hacia la cocina. Viene tras de mí, melosa, como si con eso la fuera yo a perdonar, ¡qué poco me conoce! La miro fijamente a los ojos, molesto, y le pregunto ¿por qué has tardado tanto? No me responde. Trata de contentarme con palabras cariñosas e intenta acariciarme. - ¡No, no, caricias ahora no! No tengo humor para juegos- le digo. Se retira ante mi actitud hostil y me mira sorprendida. ¡Como si no entendiera que no estoy para juegos! De cualquier forma prepara mi cena. Suena el teléfono y sale de la cocina. -¡Me molesta cenar solo!- Le grito desde la cocina. Es algo que ya debería saber después de vivir tanto tiempo juntos. Como sea, empiezo a devorar la comida. Realmente está deliciosa. Creo que la perdonaré después de terminarla, aunque en realidad no sé si lo haré porque, como todos saben, los gatos somos muy volubles.

Enocat.