8 de febrero de 2009

La Cannabina de Ambrosio

La Cannabina de Ambrosio.

Acabo de leer un artículo acerca de los efectos benéficos de la mariguana en el organismo ya que tiene efectos anestésicos y preventivos del cáncer colorrectal. El mismo artículo expone que ser una droga “callejera” le da un cariz controversial a su uso médico. Hemos juzgado tanto a las drogas que emplearlas, aún en nuestro beneficio, resultaría bastante difícil. Así como a la mariguana, hemos aprendido a “satanizar” muchísimas cosas que podrían beneficiarnos. Muchas especies de animales y vegetales han desaparecido por ser consideradas “peligrosas”. Muchas personas, razas y culturas han sido oprimidas o exterminadas por ser “diferentes”. Muchas ideas han sido rechazadas, algunas veces por la idea misma y otras veces por quien la expresa.

Hace años, cuando apareció la zacarina, las compañías azucareras lanzaron contra ella una feroz campaña difamatoria acusando al producto de cancerígeno. Hoy se sabe que no lo era; pero en su momento, fue considerada una “verdad” médica. De igual forma, hace más de 30 años, Fidel Castro denunció la esclavitud moderna de los pueblos a manos del BM (Banco Mundial) y FMI (Fondo Monetario Internacional) a través de préstamos multimillonarios en dólares impagables por los pueblos, prestados a gobernantes corruptos. Esta idea, por venir de un “enemigo” fue rechazada por los gobiernos latinoamericanos. Hoy, estos mismos pueblos llevan decenas de años en la miseria por estas deudas. Una buena idea es una buena idea. No importa si la expresa la persona “equivocada”.

La humanidad ha avanzado por la gente que piensa diferente, por los inconformes, por aquellos que cuestionan, que creen que las cosas pueden ser de otra manera. Sacudir el status quo es peligroso para ambos bandos. La gente que no desea cambios que ve amenazada su “seguridad” responde a su propio miedo y ataca con fiereza para defender sus posiciones ganadas y las cosas conocidas. Los innovadores pueden sufrir la indiferencia, la burla, la ignominia, la expulsión del grupo, la persecución o hasta la muerte sólo por pensar o hacer las cosas en forma diferente. La intolerancia es la constante hacia las nuevas ideas.

La sociedad no sólo se defiende de nuevas ideas, sino también las previene. La manera más empleada por los gobiernos es la creación de un enemigo imaginario. Éste es el origen de todos los males y la labor del Gobierno es "defender" a la población de este peligro. En el siglo pasado, vimos desfilar una secuencia de “enemigos” de la Sociedad: las mafias, el comunismo, el sionismo, nazismo, fascismo, los inmigrantes, el narcotráfico y el terrorismo. Una vez definido quién será el enemigo, la propaganda por todos los medios en contra de ese “grupo” es terrible y constante. La televisión, la prensa, novelas, el cine y toda clase de expresión cultural o sub-cultural reflejará las barbaries y atrocidades de las que es capaz enemigo. Se consigue volcar contra ellos todo el odio y el miedo de la sociedad a tal grado que resulta “moralmente aceptable” y hasta deseable la lucha encarnizada contra “los malos”. Así fueron masacrados millones de judíos en la Segunda Guerra Mundial y, actualmente, no tenemos remordimiento alguno por la masacre de ciudadanos inocentes iraquíes o afganos. La inmensa campaña logra establecer las siguientes ideas en la mente de la gente: “Nuestra conciencia está tranquila, nosotros somos los buenos y ellos los malos. Muerte al enemigo”.

Incluso grupos relativamente inocuos y con un claro ideal social son ridiculizados o ignorados. Así, los globalifóbicos, los ecologistas y los defensores de derechos civiles o animales son considerados como “locos” o “raros” y su mensaje no es investigado. No nos interesa saber qué quieren estos revoltosos. Podemos verlos con simpatía, tal vez; pero acabamos acusándolos de románticos, ilusos o ingenuos.

Cuando surge una nueva idea peligrosa no es necesario refutarla. Basta con etiquetar a su autor como uno de nuestros enemigos para desprestigiar su persona junto con su idea. Los estadounidenses han cambiado su discurso contra Cuba. Ya no es “comunista”, ahora es “terrorista” y así actualizan el odio irracional contra la isla. Un reformista religioso será un “ateo”, falso profeta o enviado de satanás. Un médico que emplee métodos poco ortodoxos de curación es un “charlatán”, como fue el caso de Patch Adams.

Sin embargo, el miedo al enemigo no dura para siempre. Cuando el niño crece, desaparece el miedo al “coco”, aunque no desaparece el miedo. Es decir, la sensación de miedo persiste; pero ya no creemos más que vendrá el “coco” si nos portamos mal. Es entonces cuando se necesitan crear nuevos miedos y nuevos enemigos. Los miedos personales nos los buscamos nosotros mismos, tales como el miedo a los fantasmas, a los extraterrestres o al demonio, es cuestión de gustos. Los miedos sociales nos llegan a través de los medios de comunicación: los guerrilleros, los terroristas, los narcotraficantes, los indocumentados, etc.

Los políticos emplean muy bien el miedo y el odio de la población. Promueven con total desvergüenza estos sentimientos para obtener los votos de la sociedad. Las campañas políticas no son de ideas, sino para colocar al contrario como “enemigo” en la percepción social. Dijo Goethe: “No hay peor esclavitud que la del que se cree libre sin serlo”. Defendemos nuestra “libertad” y nuestra democracia con dientes y uñas pero, ¿realmente votar entre tres o cinco candidatos nos da representación real ante el gobierno? ¿Votar por un candidato que desconocemos es democracia? ¿Realmente hay diferencia significativa entre votar por un solo candidato que votar entre tres o cinco? ¿Realmente nos podemos considerar libres si tenemos que emplearnos a cualquier precio con tal de poder comer o llevar de comer a nuestra familia? Si hoy cuestionamos nuestra democracia seremos considerados “traidores” a la Patria, “emisarios del pasado” o quién sabe cuántas cosas más seremos. Hace 20 años las cosas eran similares, aunque en sentido opuesto. Cuestionar el “dedazo” y la sucesión PRIsidencial, digo presidencial, era ser “revoltoso”, cuando menos y “comunista” cuando más.

Tenemos miedo de todo: miedo de morir, miedo de enfermarnos, miedo de perder el empleo, miedo de que nuestros hijos caigan en la droga, miedo de herir los sentimientos de los demás, miedo a pecar, miedo al pecado de los demás, miedo de ser víctimas de la delincuencia, miedo a las autoridades, miedo a los desastres naturales, miedo a hacer el ridículo, miedo al qué dirán, miedo a lo desconocido, miedo al más allá, miedo al miedo, miedo a la libertad, miedo a perder la libertad, miedo al rechazo, miedo a la soledad, miedo al amor, miedo a perder el amor, miedo a ser vulnerables, miedo al compromiso, miedo a la sexualidad, miedo a fallar, miedo a no ser quien creemos deberíamos ser, miedo a nuestros enemigos, miedo a sufrir, miedo a las ideas, miedo al cambio, miedo a vivir... Miedo y más miedo. Somos nosotros quienes vivimos con miedo y somos nosotros los únicos que podemos abandonarlo. Vivir con miedo es vivir tras las rejas de nuestra propia prisión que creamos para vivir “encerrados, pero a salvo”. Amar nuestras rejas es la muerte del espíritu, es seguir el camino fácil de vivir sin vivir. Vivir con miedo es morir mil veces.

Contrariamente a lo que pudieramos pensar, la manera de vencer el miedo no es tener valor, sino la aceptación. Por ejemplo, el miedo a morir desaparece cuando aceptamos que esto habrá de suceder algún día, no viviendo temerariamente. El miedo proviene del ego insano. El miedo de perder el empleo surge cuando no confiamos plenamente en que nuestras habilidades, capacidades o conocimientos serán suficientes para conservar el empleo actual o en conseguir otro empleo. Tenemos miedo cuando creemos que no podremos enfrentar cualquier situación que nos traiga la vida. Tenemos miedo a que las cosas "no sean como queremos que sean", a "no ser quienes queremos ser", a "no ser quien creemos que tenemos que ser". El ego insano es quien tiene miedo, en realidad, de morir o de ser sacudido fuertemente. Aceptar que somos falibles y que podemos enfermarnos, fallar o hacer el ridículo no significa que siempre estaremos enfermos, siempre fallaremos o que el ridículo nos perseguirá por el resto de nuestras vidas. Aceptar que en la vida sucederán miles de sucesos agradables y desagradables nos permite fluir con ellos, no luchar contra ellos. Debemos dejar de juzgar aquello que sucede en nuestras vidas como “bueno o malo”. La vida “es. Somos nosotros quienes hacemos juicios y juzgar no es aceptar. Lo que te sucede podrá resultarte agradable o desagradable, deseable o indeseable, esperado o inesperado; pero considerarlo “bueno o malo” te aleja de la aceptación de lo que es, aún cuando sólo sucedieran cosas “buenas”.

Enoch Alvarado