12 de octubre de 2008

Diario de un feo

El día que nací, no lloré. El que lloró fue el médico. Dijo muy seriamente: “si no llora en un minuto, es que es la placenta”. Mi madre, que resistió los dolores de parto sin una queja, soltó un grito ... cuando me vio. Como mi madre, en vez de darme pecho, me dio la espalda, las enfermeras echaban suertes y quien perdía tenía que darme el biberón.

De chico, nunca me llevaron al circo. Mi padre decía que si querían verme, que vinieran a la casa. Nunca entendí lo que quiso decir. Con los vecinos jugaba a las escondidas. Yo era el mejor. Me escondía bajo las escaleras desde donde los oía jugar a la pelota y a otras cosas; pero nunca me encontraron. Es más, jamás se acercaron al barril, aunque yo les decía: “¡Yuju! ¡Aquí estoy!”.

Ser tan feo tuvo sus ventajas y ratos felices. Aprendí a nadar a muy temprana edad. Mi papá me llevó al centro de un lago y ahí me puso a nadar. No me fue nada difícil llegar a la orilla. Lo difícil fue salir del saco. También aprendí a caminar a los 6 meses, ya que nadie me quería cargar. Otra ventaja es que mis padres, aunque se odiaban, jamás se divorciaron. Ninguno de los dos quería quedarse conmigo. También me gustaba el día de brujas. Siempre ganaba el premio al mejor disfraz y eso que no usaba alguno.

Mi madre me llevaba a todas partes. Aunque era para no darme un beso de despedida, a mi me gustaba acompañarla. Recuerdo uno de los paseos por el parque cuando una amiga le preguntó cómo estaba ella. Mi madre contestó: “más o menos”. Su amiga volvió a preguntar: “¿Y eso?” Y mi madre, le dijo: “’Eso’ es mi hijo y ya cumplió 3 años”. Mi madre jamás me asustó con que “el coco me iba a llevar” si me portaba mal. Me decía: “Pórtate como quieras, porque el “coco” jamás vendría por ti”.

Yo me di cuenta que era feo, cuando le regalaron, a mi padre, un portarretratos para que pusiera mi foto y el nunca cambió la foto del niño que venía ahí. Así que, cuando crecí busqué a un sicólogo para que me ayudara con mi autoestima. Le dije: “Doctor. Tengo complejo de feo”. Él me corrigió: “Eso no es un complejo, es un diagnóstico”. Aceptó darme terapia y me pidió que me recostara en el diván… volteado hacia la pared. Ahí curé mis heridas sentimentales. Las otras, las que me provocaban los perros cuando me veían, me las curaban en la Cruz Roja.

Ahora estoy felizmente casado. Todos los días salgo a pasear con mi esposa y ella, orgullosa, camina tomada de mi brazo. Yo, en la otra mano, sostengo firmemente la correa del perro y su bastón plegable.

Feodoro Quasi Modo

Enoch Alvarado

Pero te quiero...
http://www.youtube.com/watch?v=JX3WNb8m8SI&feature=related

Y, ¡Oh sorpresa! a esto se le llama sincronizidad. Está en internet.

DIARIO DE UNA FEA
Cuando nací, el doctor fue a la sala de espera y dijo a mi padre "Hicimos lo que pudimos", pero nació viva. Mi mamá no sabía si quedarse conmigo o con la placenta. Como era prematura me metieron en una incubadora... con vidrios polarizados.

Mi madre nunca me dio el pecho porque decía que solo me quería como una amiga. Yo siempre fui peluda. A mi madre siempre le preguntaban: "¿la parió o la tejió?". Mi padre llevaba en su billetera la foto de la niña que venia cuando la compro.

Pronto me di cuenta que mis padres me odiaban, pues mis juguetes para la bañera eran un radio y un tostador eléctrico. Una vez me perdí, le pregunte al policía si creía que íbamos a encontrar a mis padres. Me contesto: "No lo se, hay un montón de lugares donde se pudieron haber escondido".

Mis padres tenían que atarme un trozo de carne al cuello para que el perro jugara conmigo.
Si mis amigos, yo so FEA, tan FEA que una vez me atropello un auto y quedé mejor.

Cuando me secuestraron, los secuestradores mandaron un dedo mío a mis padres para pedir recompensa. Mi madre les contestó que querían mas pruebas.

Tuve que trabajar desde chica. Trabaje en una veterinaria y la gente no paraba de preguntarme cuando costaba yo.

Un día llamo un chico a mi casa diciéndome: "Ven a mi casa que no hay nadie". Cuando llegue no había nadie. El psiquiatra me dijo un día que yo estaba loca. Yo le dije que quería escuchar una segunda opinión. De acuerdo, además de loca es usted FEA, me dijo.

Una vez cuando me iba a suicidar tirándome de la terraza de un edificio de 50 pisos, mandaron un cura a darme unas palabras de aliento. Sólo dijo: "En su marcas, listos ...".

El ultimo deseo de mis padre antes de morir era que me sentara en sus piernas. Lo habían condenado a la silla eléctrica.

(anónimo)

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