31 de octubre de 2008

Demente brillante

Demente brillante

Mucha gente me considera de "mente brillante". Eso es porque no me conocen. Si me conocieran sabrían que soy "demente brillante", que no es lo mismo ni es igual.

Creo que perdí la razón desde hace muchos años. Tal vez la dejé olvidada por ahí. Cuando era niño, sólo mis padres la tenían; en la escuela, los maestros; en el trabajo, los jefes y en casa, mi esposa. Ya que jamás tuve la razón, me declaré demente. Así no tengo que ir a la escuela, no tengo jefes, no tengo quincenas ni mujer que me las quite.

Ser demente tiene sus ventajas. Puedo cambiar el mundo sólo con cerrar mis ojos y ser feliz con sólo desearlo. Soy muchas personas a la vez y puedo elegir quién seré mañana. No me preocupo por ser bueno o malo, por ser listo o tonto, por ser justo o injusto, porque soy las dos cosas, algo que un cuerdo jamás se permitiría.

Siendo un completo loco me río de todo, empezando por mi mismo. Me río de quien quise ser, de quien creía ser y de quien era. No tengo que correr tras sueños ajenos convencido que son propios y hacer de todo con tal de lograr ser o parecer.

No tengo que hacer nada para apaciguar mi conciencia. No tengo que arrodillarme ni pedir perdón por ser lo que soy, hacer lo que hago, pensar lo que pienso y sentir lo que siento. Mi mundo inicia y termina en mí. Tengo mucho que descubrir en mi mundo y por eso no puedo, ni quiero, meterme en mundos ajenos.

No me gusta caminar caminos andados. Ya están "usados". Me salgo del camino trazado y camino por donde sólo un loco se atreve. Encuentro cosas nuevas, o son las mismas de siempre, pero desde una perspectiva totalmente distinta. No tengo miedo de perderme pues -esté donde esté- siempre estoy conmigo. Algunas veces quise dejarme abandonado por ahí; pero -no sé por qué- siempre me volví a encontrar.

Puedo hacer el amor con locura, pues para eso estoy loco y no siento vergüenza, culpa o remordimiento por disfrutarlo. Puedo dar, por el gusto de dar, puedo dar amor sin estar enamorado y puedo enamorarme una y otra vez de la misma persona, todos los días de mi vida desde que no tengo uso de razón.

Y si algo queda en mi de cordura, la pierdo totalmente cuando llego a casa y mi pequeño me recibe con un "¡Papi!"

Enoch Alvarado

P.D.
¿Y el ocote, lo coloco o lo quito?

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.