24 de noviembre de 2016

Querido Santa

Querido Santa:
Lo siento, pero anoche te descubrí por accidente. No es que estuviera de curioso, lo juro, sólo desperté para ir al baño y alcancé a escuchar tu voz. Es grave y algo rasposa, como la del vecino.

También descubrí que te acompaña tu hija y es quien lleva la cuenta de los juguetes. Ella decía: “Más, papi, más” mientras les pasabas los regalos a tus elfos con un “¡Toma, toma!”. Vaya que iban de prisa.

Estoy contento porque serán muchos juguetes. Les tomó largo rato descargarlos entre pujidos, quejidos, “no cabe”, “está muy apretado”, “ahora por el otro lado”, "déjame a mí", "así, así" y otras instrucciones que se daban. Debieron quedar agotados, cada vez se escuchaban más cansados.

Me hizo feliz saber que los bocadillos que dejé en la mesa les gustaron mucho. Fueron muchos “¡Mmmm, qué rico!” los que escuché.

Por más que quise no alcancé a escuchar tu trineo. Sólo escuché que tu hija pedía que le tocaras la "campanilla". El año próximo incluiré una en mi lista.

Agradezco que me hayas traído la cachorrita que quería. No la escuché ladrar pero te oí cuando le dabas de comer: “Trágate todo, perra”. Yo también le insistiré que se tome su lechita “hasta la última gota” como tú ordenabas. Debe estar “preciosa y enorme” porque es lo que dijo tu hija.

Me puse un poco triste cuando dijiste que era hora de partir porque estaba por llegar tu reno. Me imagino que es el que tiene las astas más grandes de todos, porque dijiste que era “el cornudo” entre risas.

La Navidad me gusta mucho. Mi mamá despierta todas las mañanas muy feliz y con una gran sonrisa. Lo que no me gusta es que a papá le toca el horario nocturno. Te escribo mientras espero que llegue para empezar a abrir los regalos y decirle que se equivocó, que tu risa no es "Jo jo jo" como hace cuando te imita, sino "Jajaja".

Sinceramente tuyo, Juanito.