22 de marzo de 2014

Nueva era, misma superstición

Nueva era, misma superstición.

Odio la palabrería barata, cursi, pseudo-científica que hace afirmaciones y promesas absurdas (entre más absurdas mejor) elaborada por un círculo auto-sustentado de vivales que se citan y confirman unos a otros, atacando a la verdadera ciencia (que los contradice y puede desenmascararlos) como cerrada y oficialista. Ciencia de la cual han tomado su jerga para emplearla en absurdos significados nuevos. Igual que las religiones, inculcan el desprecio por el cuestionamiento y el uso de la razón para reemplazar el verdadero conocimiento por sus productos de consumo baratos, mucho más fáciles de digerir y accesibles a las mentes mediocres. Yo los he visto, he visto esa sonrisa llena de orgullo cuando dictan cátedra de pseudo-ciencia, cuando aseguran conocer el origen y el remedio infalible contra las enfermedades o del envejecimiento, cuando se muestran poseedores de conocimientos ultra-secretos, cuando se extasían de sus rituales para sentirse conectados con el Universo o la divinidad, meras emociones a las cuales les confieren un significado, causa y origen arbitrario con la cual justifican la importancia de su experiencia... para luego regresar a su vida de siempre, con las mismas enfermedades y problemas de pareja o personales de todos, sin ninguna célula de su cuerpo rejuvenecida, sin la fortuna, el amor buscado o sea lo que sea lo esperado, o al menos no mágicamente ni producto de ninguna conspiración planetaria en su favor o en contra. Pronto, la magia del momento habrá quedado atrás, la exaltación diluida, el objetivo material incumplido y regresa el agobio de lo cotidiano. Es hora de arremeter de vuelta al mismo ritual, tal vez uno parecido, tal vez uno distinto tomado de otra corriente similar, con la renovada ilusión de encontrar un sentido trascendente a su vida. Qué importa si todas las aseveraciones y predicciones resultaron falsas, usarán de mampara alguna explicación tan ridícula como la profecía fallida misma para darle vuelta al ridículo y la mentira recién descubierta. Hacer no es ser, creer no es sabiduría e inventarse una vida no es vivir.

14 de marzo de 2014

Viaje relámpago a Guadalajara

Después de mucho buscar, apareció una amiga de la primaria-secundaria en Guadalajara y con motivo de la visita de otra amiga que venía de Houston, pues rápido que se organiza la pachanga para ayer jueves en la noche. Así que, el mismo jueves temprano preparé mis petacas para el viaje... Y luego hice mi maleta.

Como dijo Vicente Guerrero: "La Patria es Primero". Y como la patria está pobre, decido irme en autobús. Más descansado, más barato, más relajado y viendo películas.

Guadalajara, ahí te voy. Según yo, tomaré un almuerzo frugal para llegar a comer sabroso allá. Así que empiezo con unos taquitos de cerdo con rajas. Como llegaré hasta las 4:30 PM, me como también unas empanadas integrales de cajeta y llegando a la central, se me atraviesan unas empanadas hojaldradas de mole con pollo. Por si me da hambre en el camino, llevo cacahuates y el lonche del autobús, que aquí llamamos sandwich porque en Guanatos City, el lonche es lo que aquí llamamos torta. ¿Y las tortas? Allá las tortas son las ahogadas. Ganas de complicar todo, caray.

12:00 AM el autobús es local, así que sale puntualito. La primer película altamente recomendable... para dormir. Ni el título recuerdo. La segunda, la de Amelia Earhart pues sí me gustó y agradecí que no iba en avión por eso de las recochinas coincidencias. La tercera, los primeros treinta minutos de "Little Manhattan" (ABC del amor, una historia de amor a los 11 años) que me recordó mi primer amor, lleno de nervios, palabras que no salen de la garganta y manos sudorosas... a los 20 años. Como no puedo ver una película sin comer, me comí mis reservas alimenticias. Al fondo del lunch, aparece una bolsa miniatura de Chokis. Sólo dos méndigas galletitas. Me Chokis que hagan eso, pero me caen muy bien como postrer postre.

Guadalajara, Guadalajara... Me debes el olor a pura tierra mojada. Eso sí, hace un día precioso. Mi amigo Mario se ofreció a pasar por mí a la central, pero se lo catifixié por el regreso, en la noche. Así que, tan pronto como pongo un pie fuera de la central y al grito de "taxi", se me acercaron más taxistas que vendedores ambulantes en Acapulco en Semana Santa. "¿No hay orden para abordarlos?" -pregunto asombrado. - "No" - dijo uno de ellos, un poco apenado. Con quien usted guste ir. Volteo y veo muchos ojos de taxistas coquetos, como las jóvenes casaderas de los pueblos donde escasean los hombres, que entre sonrisas y tapándose media cara con su rebozo intentan conseguir el favor del fuereño. Los taxistas volteaban la mano... errr... quiero decir, apuntando hacia su auto. Eso sí, todos los autos impecables. Me dirijo al primero de la fila, como todo ciudadano desordenado que ha aprendido a ser ordenado en Querétaro. Resulta ser un taxista pelón, seguramente con zuelas en los zapatos, pero en eso no me fijé bien.

En el camino hacia Tlaquepaque, la típica plática normal de todos lados. El amigo narco que tiene mucho dinero pero que sabe que en cualquier momento se va a morir... O sea, lo normal en estos días.

¡Ajúa! ¡Ya estoy en El Parián! La cantina más grande del mundo... Pero como soy abstemio, paso de largo. Jueves, 5:00 PM, y poquísimas mesas ocupadas. ¿Mariachis? Ninguno. Apenas se escucha a lo lejos música de bolero... mal chiflada, por cierto... El bolero deja de chiflar y me pregunta: - "¿Grasa, joven?". - "No, pa'qué. Si ya tengo mucha" - contesto para mis adentros. Le hago una seña con la mano de que no y sigo mi camino. Estoy indignado. Traigo mis zapatos de fiesta, los únicos presentables que tengo y todavía me los ningunea, no hay derecho. Me alejo pensando en la canción de Atahualpa, que me viene al dedo... del pie... ("porque no engraso mis cacles, me llaman abandona'o... si a mí me gusta que suenen, pa'qué los quiero engrasar").

Llego a la tienda de mi amigo, quien se fue a comer y por teléfono quedamos de vernos más tarde. Quiero turistear un rato, estirar las piernas, visitar la plaza, un par de templos y por supuesto los puestos de artesanías mexicanas y chinas que nunca faltan en todo pueblo provinciano. Se me antoja un "tejuino"; pero "mejuino", porque está cerrado.

Son solo unas cuantas cuadras las que he caminado de ida y vuelta; pero la falta de costumbre y el tremendo gasto energético hace que se me abra nuevamente el apetito. Hay pizzas y lonches, pero si ya estoy en tierra de tradición gastronómica, pues lo mejor es aprovechar el viaje. Encuentro un restaurante de comida exótica: lomo de jabalí, cocodrilo y otras rarezas en el menú. Decido comer ahí. Se llama Real San Pedro.

El lugar de poca madre, un patio central de una casona colonial, con su fuente de cantera al centro. Pido una torta de chiche de sirena; pero el capitán se excusa. ¿No tienen chiche de sirena? -pregunto. "No" - responde el capitán - "Tenemos suficiente chiche de sirena, pero ya se nos terminó el bolillo". ¡Ah pinche capitán tan cábula! Encontré la horma de mi zapato. Como el jabalí no es otra cosa que puerco salvaje y de eso hay mucho manejando, pido "Filete Siqueiros" que no sé de dónde diablos tomó el nombre pero si, sí queiro el siqueiros. No acostumbro tomar fotos a mi comida ni antes ni después de comérmela, pero al buscar en Google, encontré el restaurant y el platillo. La paja de encima, no supe si era comestible o no... pero la probé. Me supo a paja y mejor la hice a un lado. Lo que más me gustó, fue que el precio era ridículamente barato para la calidad de la comida. Tiene fama de ser muy limpio, algo me dijeron que ahí "lavaban". Sí, muy limpio todo.

La música a cargo de una cantante y un "cantante-tecladista" empezó casi cuando terminaba de comer, lo cual fue una fortuna porque el chavo destrozaba las canciones. "Cruz de navajas", a cargo de la chica, por fin la escuché en español y ya supe qué dice. Pero a la hora de la comida no me interesa saber de traiciones y muertes. Para eso, vería mejor los noticieros. Luego, el chavo se arranca con "Baby I love your ways" versión whatthefuckisthat. Por último, la cantante se saca la espina con "A moment like this", la cual, neta, sí le salió muy "requetebién". La cantó exclusivamente para mí... bueno, no exactamente... pero yo era el único comensal. Ya iba de salida cuando el chavo se arranca con Hotel California. Apresuré el paso, porque más terrorífico que la letra de la canción, era oírlo cantar. ¡En fin!

Ya con la panza a reventar por el filete y el pan casero de ahí. regreso con mi amigo Mario y de ahí nos vamos al hotel Riú, a recoger a Nancy. El tráfico pesado de la Av. Lázaro Cárdenas nos permitió actualizarnos en chismes y platicar muy padre. Llegamos y... ¡Pinche hotelazo! Los que hablan de la pobreza tercermundista en México deberían darse una vuelta por ahí. Si acaso había algo de pobreza que desentonara con tanto lujo, eran mis jeans de doscientos pesos.

Como no existe mujer que sea puntual, esperamos a nuestra amiga un ratito más. De ahí a La Trattoria, a unas tres cuadras del hotel. Ni para qué la subida y bajada del coche. Y ahí nos esperaba Verónica, la amiga recién encontrada. La alegría de reencontrarnos valió la pena. Fotos y más fotos, pero mi MotoSmart tiene un filtro integrado de cámara pinche y las fotos salen granuladas y amarillentas. Además, el puto auto-enfoque que, cuando le doy clic, tarda largo rato para "encontrar la toma" y me salieron movidas... las fotos, quiero decir.

Y de repente, como de chiste, estamos un ateo, una judía, un católico light y una ultra-católica platicando. Pero como teníamos tanto que recordar, ni para qué tocar temas escabronosos, o sea, los temas "escabrosos" donde la gente se acaba "encabronando".

Lo malo de los risttorantes italianis son los nombres de sus platillos... que si a la cabronara, que si a la putanezca, que si el lingüinni y el penne... Y me tuve que aguantar la risa cuando ordenaban. Me sugirieron que pidiera camarones a la diabla. Les dije que no, que mi ex, no iba conmigo. Acabé pidiendo saltimbocca que estaba a pedir de bocca, es lomo con jamón serrano en salsa gravy. Gravy quedaría con tanta carne en un solo día... Y por supuesto, pan relleno de queso.

Por último llegó nuestro amigo Oscar, que ya sabíamos llegaría tarde. Alcanzamos a cotorrear un rato más, tomar las últimas fotos y redondear la velada. Lo de redondear fue literal, porque los dos estamos redonditos redonditos. Lamentamos la ausencia de Judith que, de último momento, no nos pudo acompañar.

Hora de despedirnos, no sin antes prometerse los jalisquillos verse más seguido, cosa que dicen cada año, pero que nunca cumplen. Dejamos a Nancy en su hotel y me llevó mi amigo a la central camionera. Por suerte, encuentro lugar en el siguiente autobús que llega en una hora... y quince minutos más de retraso.

¡Rumbo a casa! Aunque el autobús entra a Irapuato y me despierta tanto pinche bache, me vuelvo a dormir y despierto en Querétaro.

¡Llegamos! Dice el conductor mientras abre la puerta. Y yo, medio apendejado, como suelo despertar, pregunto: ¿Pues a dónde fueron? Me quito el pabilo, o sea me despabilo, agarro mi coche que dejé en el estacionamiento y me voy derechito a almorzar mi menudo de todos los viernes con mi menudero favorito, no vaya a ser que luego se me rompa "la hiel" como decíamos de niños para justificar nuestros antojos. Y de ahí, rumbo a casa.

¡Estoy en casa! ¡Hecho pedazos!… Pero bueno, con tanta carne y pan no me los iba a echar en el camión, ¿verdad? Eso sí, muy contento de ver a mis amigos de la infancia y listo para la siguiente reunión. Espero las fotos para poner una con Oscar.