27 de abril de 2013

Poseída

Poseída


Se encontraba sobre la cama, poseída. Entre un intenso jadeo dejaba escapar sonidos guturales, gruñidos, maullidos felinos y una que otra palabra obscena. Sus ojos mostraban una telaraña de capilares rojizos sobre un blanco azulado. Sus párpados se abrían y cerraban a gran velocidad. Luego los apretó con fuerza y su cara entera, se transformó en un rictus indescifrable. Su torso se arqueó hacia atrás, tanto como jamás pude imaginar que le fuera posible… y luego, regresó  hacia delante de súbito. Lo repitió cuatro o cinco veces más. Su cabeza giraba, de frente, y su larga cabellera, despeinada, describía círculos enormes en el aire. Sus manos crispadas se clavaron en mi cuerpo y arañaron varias veces mi pecho, afortunadamente para mí, sus uñas estaban cortas. Sus piernas estaban rígidas, totalmente estiradas y sus pies en punta, en línea con sus piernas, también se agitaban fuertemente. Todo esto sucedió en unos cuantos segundos. Mis sentimientos fueron desde la sorpresa hasta el miedo, y de la risa por las poses grotescas hasta la satisfacción cuando, instantes después, me confesó que había sido el más prolongado y fuerte orgasmo de su vida.