12 de diciembre de 2008

Juan Carlos, o los disfraces.

Juan Carlos, o los disfraces.

Juan Carlos era uno de mis mejores amigos de la adolescencia. Inteligente, educado y culto. Aunque eran épocas de jugar y divertirse, él prefería la lectura y las discusiones filosóficas. Con su actitud, más que un chico de 13 años, parecía un pequeño intelectual, aunque no por su tamaño, ya que era el más alto del salón. Después de algunos años, nos reencontramos cuando él ya era un verdadero intelectual -pipa incluída- y pertenecía al círculo intelectual del D.F. Un buen día, no sé qué pasó, incursionó rumbos totalmente distintos: el chamanismo, el ciclismo, motorismo y no sé cuántos más. Amén de haber logrado su sueño, de una vida muy interesante y de muchas otras cosas, le admiro el valor y la capacidad de despojarse de ese disfraz de intelectual y reinventarse una y otra vez.

En mayor o menor grado, todos usamos disfraces. Es más evidente en los adolescentes cuando se visten "fresas", de "emos", "punks", "darks", "rebeldes" o de cualquier otra cosa que se les ocurra, en su afán de “ser distintos, pero iguales”. Distintos a los demás (principalmente de los padres), pero iguales entre ellos (los amigos). Pero mientras en la mayoría de los jóvenes son modas pasajeras, de adultos solemos usarlos por mucho más tiempo. Muchos morirán con ellos y, otros, llegarán a morir por ellos.

Un disfraz es el conjunto de comportamientos y actitudes que, creemos, debemos usar ante las distintas actividades y situaciones de la vida.

Existen disfraces de papá o mamá, de jefe, de maestro, de estudioso, de popular, de intelectual, de científico, de militar, de galán, de diva, de limosnero, de político y de todo tipo de actividad posible. Es común “copiar” modelos “ajenos” que nos gustan, que nos impactan o que recordamos; pero, siempre resultarán distintos ya que les impusimos nuestro “toque” personal, nuestra cosmovisión.

Cuando tenemos listo un disfraz, salimos a mostrarlo con mucho entusiasmo. Por ejemplo, nos disfrazamos de “jefe” y esperamos que los demás se den cuenta que somos el “jefe”. Pero nos sorprendemos cuando los demás no sólo no se dan cuenta que somos “jefe”, sino que, según ellos, ni lo “parecemos”. Esta falta de reconocimiento al disfraz la vivimos como personal. Hasta cierto punto es entendible, ya que “estampamos” nuestra imagen en él. Igual sucede al contrario, cuando no entendemos de qué viene disfrazado el otro. Es un error común pensar que sólo puede existir un “diseño” correcto posible. Si dos disfraces no coinciden, podemos equivocarnos al pensar que uno tiene que estar mal. Algunos atacarán el disfraz ajeno mientras que otros pensarán que es el propio el equivocado.

Un disfraz no es un uniforme. De los uniformes podríamos esperar que fueran idénticos o al menos muy similares, con las variantes necesarias en talla, por supuesto. Los disfraces son totalmente diferentes entre sí. Existen grandes y pequeños, rígidos y flexibles, pesados y ligeros, tristes y alegres, oscuros y transparentes. Entonces, no sólo es inútil esperar que sean iguales, sino que no tienen por qué serlo, no es su función. Sólo podemos esperar que "parezcan” lo que tienen que “parecer”. Es decir, si usamos un disfraz de “policía” deberíamos parecer un “policía” para que el disfraz cumpla su cometido.

También me gusta la palabra disfraz porque puede ponerse y quitarse a voluntad, aunque no todos tengan la voluntad de hacerlo. Mucha gente jamás ha pensado en quitárselo y otros ni siquiera están conscientes que los están usando. Por ejemplo, existen “mamás” que se la pasan siendo “mamás” toda la vida, incluso con los esposos, amigos, vecinos y todo el que se deje. O bien, hay “capataces” que, al llegar a su casa, siguen siendo “capataces”. Esta incapacidad de desprenderse del “disfraz” obedece a la sensación de que, sin él, desaparecemos. Confundimos nuestro ser con nuestros actos. Recordemos que "el hábito no hace al monje".

En la medida en que nos esforzamos por “parecer” lo que queremos “parecer” en la forma en que queremos “parecer”, empleamos mucha energía vital y acabamos agotados. Y, ¿para qué queremos "parecer"? Normalmente lo hacemos para ser aceptados, para cumplir con las expectativas propias y ajenas. Sin embargo, no podemos mantener el engaño por mucho tiempo. Nuestra verdadera esencia asoma por debajo y tarde o temprano será descubierta.

Usamos uno o más disfraces a lo largo del día. Algunos se quitarán uno antes de ponerse otro. Habrá quienes se pondrán uno sobre otro. Así, los primeros podrán dejar de ser “jefe” al llegar a casa para ser “papá” o “esposo”. Mientras que los segundos serán “jefe y papá” o “jefe y esposo” en casa. Debemos aprender a quitarnos el disfraz y guardarlo, al menos hasta la próxima vez que lo necesitemos usar.

Así como revisamos nuestro guarda-ropa periódicamente para deshacernos de aquellas prendas que ya no nos sirven, de igual manera deberíamos prescindir de disfraces totalmente pasados de moda, que ya no son de nuestra talla (pues hemos crecido y madurado) o al menos, darles una revisada para ver qué partes del disfraz ya no necesitas qué estén ahí.

Ejercicio. Limpiando el guarda-ropa.
a) Elabora una lista de algunas de las actividades principales que desarrollas y tu papel en casa (padre, madre, hijo, hermano, etc.), en el trabajo y con los amigos. Ahí tienes tu lista de disfraces.

b) Elige cualquiera de ellos y observa tu disfraz: ¿Soy sólo ésto? ¿Qué más soy, además de ésto? Revisa para qué te sirve tu disfraz: ¿Dónde lo uso? ¿Dónde es necesario usarlo? ¿Dónde lo estoy usando que no corresponde?

c) Trata de recordar cómo confeccionaste el disfraz: ¿Recuerdas si tomaste un molde ajeno? ¿Estás seguro que te sigue siendo útil con lo que hoy sabes de la vida?

d) Repite los pasos b) y c) con los demás disfraces.

Enoch Alvarado

1 comentario:

  1. Me encanta tu sección... tienes toda la razón!
    Comparto que en Negociación Estratégica de posgrado dejo a mis alumnos la lectura de El Poder de la Imagen Pública, donde existen "7 Estilos" de disfraces para personas físicas y morales: el ser y parecer para trabajar según la profesión.
    Tu lectura y fan #

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